miércoles, 1 de enero de 2014

NAVIDAD EN LA RESOLANA.

NAVIDAD EN LA RESOLANA.
         
          En estos días de Navidad, que paseo por la Macarena, me viene a la mente el recuerdo de estas fiestas  cuando era niño y vivía en la Resolana.
          Los vecinos en el patio alrededor de un fuego, habían estado cantando villancicos toda la noche al son de panderetas y zambombas.         
          A medianoche después de la cena, los mayores se iban a la iglesia del Hospital a celebrar la Misa del Gallo, según decían era muy bonita la Misa cantada por las  monjas.
          Antes de marchar dejaban acostados a los pequeños, recuerdo a mi madre calentándonos la cama, para ello ponía sobre las sábanas la copa o brasero con el cisco picón hecho fuego.
          La abuela Rosario se quedaba con nosotros contándonos cuentos hasta que nos quedábamos dormidos. Aunque no sabía leer, la abuela como mucha gente sencilla, conocía historias y leyendas de las que se propagaban entre el pueblo de boca a boca.
          Aún recuerdo la leyenda del órgano del Convento de Santa Inés, que a las doce de la noche de la Navidad, tocaba y tocaba sin parar sin que nadie pulsara sus teclas.
           
La abuela comenzaba: “Hace muchos años durante la Nochebuena, se produjo en el convento de Santa Inés un hecho muy misterioso, que os quiero contar.
A la Misa del Gallo del convento, acudía toda Sevilla a escuchar la prodigiosa música que tocaba el organista ciego maese Pérez.
Comienza la misa, y Maese Pérez pone sus crispadas manos de enfermo sobre las teclas del órgano, y los cien tubos resuenan con acordes majestuosos, que crecen hasta convertirse en un torrente de atronadora armonía, como  sí las voces de los ángeles atravesaran los espacios para llegar al mundo.
En el instante solemne en que el sacerdote después de haberla consagrado, toma la Sagrada Forma y comienza a elevarla, las voces del órgano se apagan poco a poco, suena un grito desgarrador, el órgano emite un sonido discorde y extraño semejante a un sollozo, y queda mudo.
¿Qué ha sucedido? ¿Qué pasa? Preguntaban los asistentes confusos, ¡Que maese Pérez acaba de morir!
En efecto, cuando los primeros fieles, llegaron a la tribuna, vieron al pobre organista caído sobre las teclas de su viejo instrumento, que aún vibraba sordamente.

Ha pasado un año, y se va a celebrar  la Misa del Gallo en Santa Inés a la que acude poca gente.
La hija del organista que ha profesado en este convento, es instada por la superiora para que toque el órgano, la joven monja le confiesa que tiene miedo de algo sobrenatural que la sobrecoge.           “Anoche le dice, subí al coro, la iglesia estaba desierta y oscura, y le vi, madre, ví a un hombre que tocaba el órgano, este tocaba de modo indescriptible, el horror había helado la sangre de mis venas, sentía en mi cuerpo como un frio glacial, y en mis sienes fuego… Entonces quise gritar, quise gritar, pero no pude, el hombre aquel había vuelto la cara y me había mirado…digo mál, no me había mirado porque era ciego…!Era mi padre!.
Comienza la misa sin que nadie se acerque al órgano que empieza a tocar, todos los fieles presentes concentran sus miradas en el órgano, este sin que nadie lo toque suena y suena, era el alma de Maese Pérez que venía a tocarlo”.
Con el corazón sobrecogido por el fantasma de maese Pérez, se nos cerraban los ojos agarrados a las manos de la abuela.

          Ya de mayor, releí varias veces esta magistral leyenda de Maese Pérez el Organista, que inmortalizara el escritor y poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer, y comprendí que mi abuela  nos hacía un relato libre y no literal de esta leyenda, la versión original la podéis leer en el libro “Rimas y Leyendas”.
          Al pasar por el Convento de Santa Inés en la calle Doña María Coronel, entrad en su compás y veréis una pequeña placa que recuerda esta leyenda.           




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