LA
CALLE ENTRECÁRCELES Y CERVANTES.
Después de unos días en el Museo de Bellas Artes y en el
Archivo de Indias, de nuevo me encuentro paseando por los alrededores de la
Plaza del Salvador.
Sí desde esta plaza nos encaminamos hacia la de San
Francisco, tenemos que pasar por esta calle que desemboca en Sierpes y que
lleva el nombre tan curioso de Entrecárceles.
MONUMENTO
A CERVANTES EN SU MANO IZQUIERDA LLEVA UN EJEMPLAR
DEL
QUIJOTE, CON LA DERECHA EMPUÑA UNA ESPADA.
El nombre se debe, a que hace años en el lado frontero con
la calle Sierpes, se encontraba la Cárcel Real y al otro lado se situaba la
cárcel de la Real Audiencia.
Ambas prisiones no existen, su lugar los han ocupado sendas
entidades bancarias, si bien y por fortuna, el edificio donde durante siglos
estuvo situada la antigua Audiencia, se conserva perfectamente para disfrute de
todos.
Cervantes, que estuvo preso en la Cárcel Real por un
presunto delito de malversación de fondos, tiene en esta calle su monumento[i],
y paradoja del destino, además de encontrarse entre cárceles, él que en su vida
pasó por difíciles momentos económicos, se encuentra entre dos entidades financieras.
Pero contemos esta
historia: Cervantes ( Alcalá de Henares 1547-Madrid 1616) llega
a Sevilla en 1587 con el cargo de Comisario o Recaudador para la requisa de
alimentos destinados a las galeras que preparaba el rey Felipe II para combatir
a los ingleses.
Sabido es que la conocida como Armada Invencible, compuesta
por 130 navíos y más de 30.000 hombres
entre soldados y marinos, fue vencida
por un terrible temporal. Se dice que en 1588 cuando Felipe II conoció
la noticia del desastre, comentó impasible: “Yo mandé mis naves a luchar contra
los hombres, no contra las tempestades”.
Volvamos a nuestro futuro Ingenio de las Letras, lo
encontramos transitando por malos caminos y peores ventas de Andalucía, no
enderezando entuertos ni luchando contra molinos, como lo hará su Don Quijote
de la Mancha, sino entrando en villas y pueblos con sus corchetes y escribanos,
enfrentándose a labriegos y campesinos, muy reacios a entregar su cupo de trigo
y aceite, alegando que lo necesitaban para alimentarse, o bien porque se lo
pagaban tarde y mal.
Cervantes, que no se halla a gusto en este tipo de trabajo,
dirige en 1590 un memorial al rey, solicitando un cargo o empleo en Las Indias,
no se le concede, y el propio rey, sin tener en cuenta al mutilado héroe de
Lepanto y su cautiverio por cinco años en Argel, escribe de su puño y letra al
dorso de la instancia “Busque por acá, en que se le haga merced”.
Y como por acá no hay merced, de nuevo en 1594 a los
caminos, ahora por la provincia de Granada como recaudador de atrasos de
impuestos al Tesoro Público.
Los dineros cobrados, los va depositando en una Banca
sevillana, con la mala fortuna que el banquero quiebra.
Cervantes, mientras no solucione la
justicia lo sucedido con los depósitos bancarios, no puede pagar a Hacienda,
por lo que a pesar de no tener responsabilidad alguna, es ingresado en la
Cárcel Real de Sevilla, donde pasa tres meses del año 1597.
En 1603 se traslada a Valladolid y en 1605 se publica en
Madrid la Primera Parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en cuyo
Prólogo escribe que este libro:
“SE ENGENDRÓ EN UNA CÀRCEL, DONDE TODA
INCOMODIDAD TIENE SU ASIENTO Y TODO TRISTE RUIDO HACE SU HABITACION”.
Hemos llegado al punto más interesante de este escrito,
estudiosos cervantinos creen, que aunque Cervantes explícitamente no la nombre,
se está refiriendo a la Cárcel Real de Sevilla.
¿Donde se escribió el Quijote? No se sabe. Cervantes, en los años que residió en Sevilla
dedicándose a abastecedor y recaudador, escribió varios de sus Entremeses y Sonetos,
y ¿Por qué no podemos pensar que además de engendrar en su cabeza el Quijote,
pudo comenzar a escribirlo?
Por ello, al pasar por aquí y ver su
monumento, recordad que una de las obras más grande de la Literatura Universal,
si no se escribió, al menos se engendró en
Sevilla, dentro de las paredes de su Cárcel Real.
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