martes, 5 de enero de 2016

EL TRANSITO DE SAN HERMENEGILDO. MUSEO BELLAS ARTES SEVILLA.

EL TRANSITO DE SAN HERMENEGILDO.
          Sigo en la Sala V de nuestro Museo sevillano, sí en la anterior entrada admirábamos el cuadro “La Apoteosis de San Hermenegildo” de Francisco Herrera el Viejo, hoy me encuentro ante otra pintura dedicada a este santo.

          Se trata del óleo titulado “El Transito de San Hermenegildo” obra que tiene la peculiaridad de estar pintada por dos artistas muy diferentes.
          Este cuadro de gran formato (4,92 x 3,40) fue encargado en 1603 para el desaparecido Hospital de San Hermenegildo por el Cardenal Cervantes, al pintor de la escuela sevillana del siglo XVI Alonso Vázquez (Sevilla 1540-Mejico 1608).
          La obra con dos zonas claramente diferenciadas en luz y color, muestra en la inferior o terrenal, pintada por Vázquez, a Hermenegildo, en el momento de recibir el hachazo en la cabeza rodeado de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael.   A la izquierda del cuadro, contemplando su martirio, vemos a su esposa Ingunda con San Leandro y San Isidoro,  a la derecha el Cardenal Cervantes rezando arrodillado.   
          Al marcharse Alonso Vázquez a Méjico en la comitiva del /Marqués de Montesclaros, deja la obra sin concluir, siendo finalizada por Juan de Uceda (Sevilla 1576-1631)  que pinta parte de la Gloria, donde la Virgen con ángeles músicos, espera al Santo para recibirlo y coronarlo como mártir.
          En estos dos cuadros, la Apoteosis y el Transito de San Hermenegildo, hay un detalle muy interesante, y es que en ambos están representados San Leandro y San Isidoro. Dos santos tan vinculados a Sevilla, de la que fueron Arzobispos, que figuran portando mitra y báculo, flanqueando a San Fernando en los escudos de la ciudad y provincia,     
          De padres hispanos-romanos procedentes de Cartagena, es Sevilla la ciudad donde crecen, estudian y se educan en la religión católica, llegando a santos no solo ellos, sino también sus hermanos Fulgencio y Florentina.
          Estamos en plena Edad Media, en la que Leandro e Isidoro teólogos y doctores de la Iglesia Católica, brillan con luz propia.   
          San Leandro (Cartagena 534-Sevilla 601) fue el gran impulsor del catolicismo en Hispania, al convertir a San Hermenegildo y a su hermano Recaredo, este cuando fue rey a la muerte de Leovigildo, abjuró del arrianismo, convirtiendo la fe católica en la religión oficial del estado.
          De San Isidoro (Cartagena ó Sevilla 556-Sevilla 636) sabemos que fue uno de los hombres más ilustres y de gran categoría intelectual de su época, que escribió numerosos trabajos históricos, litúrgicos, biografías, diccionarios, y un largo etc, siendo su obra más conocida “Las Etimologías” monumental enciclopedia sobre la evolución del conocimiento.
          Hay dos leyendas o tradiciones, que presagian al gran intelectual y máximo esplendor del siglo VII, que llegaría a ser.
          La primera cuenta, “que estando dormido de niño en el jardín de la casa, la familia vió con asombro a un enjambre de abejas que remontaban el vuelo, dejando en su boca un panal de miel,  señal temprana de la elocuencia en la que brillaría”.
          La otra nos dice: “que un día, de joven, creyendo que no tenía inteligencia ni capacidad para adelantar en los estudios, los abandonó escapándose  de casa y llegando hasta Santiponce, allí al acercarse a un pozo para beber, observó que consecuencia del continuo roce de la cuerda, la piedra del brocal estaba acanalada con profundos surcos.
          Esto le hizo pensar que si la blanda soga podía profundizar la piedra a fuerza de rozarla una y otra vez, él perseverando con fe y constancia, podría superar todas las dificultades y dominar la ciencia,  reflexión que le hizo  volver a los estudios, y ya sabemos con qué óptimos resultados”.
          En el Monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce, se guarda un pedazo del brocal del pozo, donde según la tradición bebió agua San Isidoro, con una inscripción que dice: “Gutam cavat lapidem”= “La gota de agua perfora la piedra”.
         
          Mañana seguiré paseando por la planta alta del Museo.


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