LA
BASILICA DEL SEÑOR DEL GRAN PODER.
PLAZA
DE SAN LORENZO.
En
un lateral de la plaza de San Lorenzo junto a la parroquia, tiene su propia sede la
Hermandad del Señor del Gran Poder.
Aquí en este templo reside
esta Cofradía desde el veintiocho de Mayo de 1965, fecha que quedó
definitivamente instalada tras una apoteósica salida extraordinaria, desde su
capilla en la parroquia de San Lorenzo, (que fue su casa durante más de
doscientos cincuenta años), hasta la Catedral y regreso a su nueva sede.
Me hallo contemplando la suntuosa y vistosa portada
neoclásica de piedra, sobre el dintel de la puerta un gran relieve con el
escudo de la Hermandad y en la parte superior la espadaña campanario rematada
por una cruz de forja.
El veintinueve de Diciembre de 1992 su
Santidad el Papa Juan Pablo II le concedió el titulo y dignidad de Basílica
Menor.
El interior es magnífico, un amplio atrio da paso a una
sola nave circular, cubierta con una bóveda de media naranja con casetones rectangulares,
la luz entra por una linterna situada en el centro.
El conjunto forma el
mejor estuche para la mejor joya que es el Señor del Gran Poder.
En el centro de un retablo dorado recibe culto el Señor y en
los laterales la Virgen del Mayor Dolor
y Traspaso y San Juan.
El Señor, obra maestra de Juan de Mesa, realizada en 1620, sorprende
por su crudeza y realismo, se representa con la cruz a cuesta camino del
Calvario, las espinas de la corona, tallada sobre la cabeza, se le clavan en
las sienes, perforando una ceja y una oreja que le sangra reventada.
El Gran Poder, conocido por el Señor de Sevilla, por ser la
imagen de Cristo más venerada en la ciudad, atrae las miradas y rezos de los
miles de sevillanos que cada día visitan su templo, especialmente los viernes.
Por la parte trasera
del camarín pasaran a besar su pie al tiempo que le hacen sus ruegos y
peticiones.
Además del templo, hay que verlo por las calles durante la
Madrugada del Viernes Santo, observad que con su amplia zancada parece que
camina hacia nosotros, contemplad como el peso de la cruz marca el sufrimiento en
su rostro, y quedareis sobrecogidos por
el poder que emana de su figura, y en silencio os uniréis a la devoción de la
multitud que contempla su paso.
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