Hoy, tenemos “papas guisás” para almorzar, pues bien de
ellas va la curiosa e histórica narración, que os voy a contar.
Este tubérculo comestible, que tiene un gran componente en
la alimentación actual, ya era conocido en la zona de los Andes de Perú y Chile
hace más de 8000 años a.C.
En 1542, pocos años después de la conquista del Perú por
Francisco Pizarro, llega la patata a Sevilla enviada por los conquistadores,
que habían observado que los indígenas la utilizaban como alimento en todas sus
comidas.
Al principio, en Sevilla como planta desconocida y exótica
con flores blancas, comenzó a utilizarse para adorno de fachadas y patios. El
rey Felipe II la envía como regalo al Papa, que la manda sembrar en sus
jardines como elemento ornamental, extendiéndose por los jardines de toda
Europa como señal de elegancia.
Los primeros en comerlas como alimento, fueron en 1573 los pacientes
del Hospital de las Cinco Llagas, en las huertas cercanas propiedad del
Hospital se producían patatas en cantidad suficiente para completar la comida
de los enfermos.
A Europa llega años más tarde, durante la Guerra de los
Treinta años (1618-1648) entre católicos y protestante, ante la falta de
alimentos, se produce una hambruna general, y a los soldados se les incluye la
patata para reforzar su exigua dieta.
¿Pero, su nombre es papa o patata? Veamos, en Sudamérica
desde muy antiguo se conoce como “papa” al igual que en Andalucía y las
Canarias. Se cree que el nombre de patata se le dio al llegar a España, porque
pareció irreverente llamarla igual que a Su Santidad el Papa.
EL nombre de patata se generalizó rápidamente, quedando “papa” como palabra vulgar utilizada por el pueblo,
a pesar de ser su verdadero nombre.
Muchos años después de llegar la patata a Sevilla, se ha
convertido en un alimento humilde pero excelente. Con ellas se cocinan
múltiples, exquisitos y variados platos.
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