Al pasear por esta calle de San Luis,
dejando atrás el Arco y la basílica de la Macarena, lo primero que encontramos
es la Iglesia de San Gil, situada en la plaza que lleva su nombre.
Cada vez que paso por esta plaza, me viene a la memoria
una curiosa leyenda sobre el Rey Don
Pedro I y su manera de aplicar justicia.
Se cuenta: “Que el cura de la parroquia de San Gil, se
negó a dar sepultura a un feligrés de familia tan pobre, que no tenían
para pagar la ceremonia del entierro ni
para la sepultura, enterado el Rey mandó
al cura abrir una fosa y que en ella fuese enterrado vivo”.
Este mandato del Rey, quizás sea uno de los motivos por
lo que algunos, le conocen con el
sobrenombre del Cruel, yo creo que se merece más el de Justiciero.
Como leyenda que es, no sabemos si tiene algo de cierto,
y si el cura fue o no enterrado vivo.
Lo importante es la moraleja que se desprende de ella, nos
dice, que hay que tener más caridad cristiana con el prójimo y sobretodo con
los más necesitados.
Una cruz de hierro sobre un pedestal de ladrillos, hoy desaparecida, recordaba esta
leyenda a todo el que por allí pasaba.
El nombre de la iglesia se debe al Arzobispo Don
Remondo que era muy devoto del este santo, el edificio es del siglo XIV y es
una de las primeras que se construyen con el nuevo estilo
gótico-mudéjar-sevillano, aunque actualmente se encuentra muy reformada.
Al exterior tiene dos portadas y la torre que consta de
dos cuerpos, siendo el primero mudéjar, el campanario del XVII, y el capitel
hexagonal de azulejos trianeros.
En el interior lo primero que llama la atención, es que
no tiene retablo mayor, sino un templete neobarroco moderno, donde se encuentra
el titular San Gil acompañado de una cierva.
Esta parroquia de San Gil, era muy visitada por los que
vivíamos en el barrio macareno, aquí veníamos a ver a la Virgen Macarena antes
de que tuviera su basílica propia, además en esta parroquia estábamos bautizados,
incluso muchos de nosotros, años más tarde, nos casamos en ella. Ahora,
desplazados y viviendo en barrios más lejanos, la visitamos menos.
Yo siempre que entraba, sentía curiosidad por saber el motivo que este santo sea representado con dicho animal,
hasta que conocí su leyenda:
“San Gil de origen griego, vivía retirado como ermitaño
y haciendo penitencia en el bosque de la Provenza (Francia) cuando se presentó
en su cueva una cierva herida que huía de unos cazadores, el Santo poniendo en
peligro su propia vida la protegió con su cuerpo, siendo herido por una flecha
en un brazo, pero salvando al animal de sus perseguidores, uno de los cazadores
era el Rey de Francia, que admirado por la vida de piedad y sacrificio le
construyó un monasterio del que lo nombró abad”.
Las capillas están
dedicadas, a la Hermandad de la Virgen del Rocío de la Macarena con su
magnífico Simpecado, a la Virgen del Carmen, a las Ánimas Benditas, a la
Milagrosa, y a la Sacramental, esta con un retablo que preside una efigia de la
Inmaculada, cuya bóveda y paredes se adornan con yesería.
Al dar una vuelta por el templo, fijaos en los zócalos de
azulejos, muestra bellísima y
moderna del arte sevillano. Los azulejos
con formas geométricas en la cabecera del presbiterio, se cree que son del
siglo XIII.
Salgo de la iglesia y frente a ella se encuentra la
calle Contreras estrecha y desigual, el nombre es en memoria de un sevillano y
macareno ejemplar, el Venerable clérigo Don Fernando de Contreras (1470-1548) que
nació en esta calle, fue bautizado en la
Parroquia de San Gil y se encuentra enterrado en la Catedral.
Su vida la dedicó al rescate de cautivos en el norte de
África, curó a muchos enfermos, siendo tenido por santo.
Morales Padrón en su libro Sevilla Insólita[i],
nos narra un hecho curioso e interesante: “Un bastoncito de Contreras que se
guarda en la Catedral de Sevilla, era mandado a recoger por las Reinas de
España, para que durmiera en sus lechos y tuvieran un parto feliz, hoy siglos
después, este bastoncito a perdido su efecto mágico”.
Otra calle que
desde San Gil llega hasta Parras, es la de Sagunto, que nos recuerda la ciudad valenciana,
en que sus ciudadanos mantuvieron hasta morir, una defensa heroica contra las
tropas cartaginesas mandadas por Aníbal Barca.
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