LA CALLE
DEDICADA AL ESCULTOR
ANTONIO
SUSILLO.
Al pasear por la calle Feria, he cruzado por la rotulada a la memoria del
insigne escultor sevillano Antonio Susillo, calle secundaria y de poco tránsito
que se extiende desde la calle Torres hasta la de Peral cercana a la Alameda de
Hércules.
Antonio
Susillo pese a su corta vida llegó a ser uno de los escultores más brillantes e
importantes del siglo XIX.
El 22
de Diciembre de 1896 y en un momento de crisis depresiva se suicida pegándose
un tiro en la barbilla, tenía 41 años y estaba en lo más alto de su carrera
artística.[i]
Este
escultor, caracterizado por su arte realista y descriptivo quizás no sea muy
conocido, de él os diré una cita bíblica “por sus obras lo conoceréis”, y nada más
cierto, ya que las vemos y pasamos ante ellas con bastante frecuencia.
Es el caso de la estatua de Velázquez que preside la plaza del Duque, donde con
gran realismo el artista ha realizado al genial pintor sevillano, al igual que
este se retrató en su famoso lienzo “Las Meninas”.
O la colosal estatua de Daoiz de la plaza de la Gavidia, con unos magníficos
bajos relieves que recogen con gran fidelidad episodios de la lucha contra los
franceses y la muerte de este héroe.
Hay
otras estatuas salidas de las portentosas manos de Susillo repartidas por la
ciudad, como la de Mañara en los jardines de la Caridad o los doce sevillanos
ilustres situados en la fachada lateral del Palacio de San Telmo.
Pero
quiero hacer mención especial a su famoso Cristo de las Mieles, que
preside la principal glorieta del Cementerio y que se alza sobre un montículo
donde está enterrado nuestro artista.
Observad
la magnífica anatomía del Cristo y la insólita posición de los pies, cruzados
en forma distinta a como se representa en toda la iconografía religiosa. Y
pensad en la leyenda de este bonito nombre de las Mieles, que cuenta que a poco
de morir Susillo, empezó a salir miel por la boca de la imagen, causa que se
creyó milagrosa y que era la forma que el Cristo expresaba su dolor por
la muerte de su autor.
El
“milagro” resultó más sencillo al comprobarse que unas abejas habían hecho su
panal en la boca de la imagen, el calor hizo que se derritiera y saliera la
miel y la cera.
Cuando
transitéis por estos lugares, no paséis indiferentes, alzad la vista y
contemplad estas magnificas obras, el artista lo merece y ustedes sentiréis una
especial emoción.
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