LA
MACARENA Y LA LEYENDA DEL VASO DE VINO.
En
la mañana de Viernes Santo, mientras esperábamos que la Virgen llegara, nos
reuníamos alrededor de la abuela Rosario, para que nos contara alguna historia
o leyenda sobre la Virgen Macarena.
Recuerdo un año, que la abuela después
de pedirnos que escucháramos en silencio, nos dijo: “ahora no os voy a contar
ninguna historia, solo os voy a pedir que cuando el “paso” de la Virgen se pare
delante de nuestra puerta, os fijéis atentamente en todos los detalles, luego
cuando la Virgen se haya recogido os contaré el significado de cada uno de
ellos”.
Más tarde, de nuevo
con la abuela, comentó uno de nosotros: ”He
observado que la Virgen tiene una pequeña mancha en su mejilla izquierda”. Otro:
“he visto que lleva unas joyas en el pecho que se mueven”; y así le fuimos
diciendo todo lo que nos había llamado la atención, como la pluma de oro, las
vírgenes entre la candelería o el llamador del “paso”.
Efectivamente, habéis visto bien, y cada una de esas cosas
tiene su historia o leyenda.
LA LEYENDA
DEL VASO DE VINO.
Voy a empezar a contaros, la curiosa leyenda de la mancha
de la cara, que la conozco porque al igual que yo a ustedes, a mí también me la
contó hace muchos años mi abuela.
Primero os diré, que esta leyenda, tiene una base en la que
se apoya el pueblo para creer que es cierta, y es que la Virgen Macarena desde
hace muchos años presenta una mancha en la mejilla izquierda, esta mancha y la
superstición popular hizo que la leyenda creciera y se transmitiera oralmente en
el tiempo, pero vayamos al cuento:
Una
lejana mañana de Viernes Santo, de regreso la Virgen y paseando por las calles
del barrio, un joven muchacho que estaba en una taberna bebiendo con los
amigos, al pasar la Virgen salió a la calle y plantándose ante Ella, la llenó
de requiebros ¡Ole Macarena bonita! ¡La más guapa! ¡La que más quiero!
Y sin saber lo que hacía, lleno de ciega exaltación, le
tiró a la Virgen lo que llevaba en la mano creyendo que era el sombrero, y era
un vaso de vino, que fue a estrellarse en la cara de la hermosa imagen,
dejándola marcada para siempre.
Fue detenido y llevado a la cárcel donde pasaría largos
años por atentar contra una imagen religiosa. Por el camino arrepentido, exclamaba
llorando: ¡ No he sido yo, ha sido el vino! ¡Sí amo a la Macarena, como si
fuera mi madre! ¡No quise lastimarla, era el sombrero lo que quise tirarle en
prueba de mi cariño!
No creáis que fue un acto de irreverencia, ni un atentado
contra la religión, fue un impulso de amor desmedido e incontrolado, amor desbordado
irreflexivamente, que es capaz de gritarle que la quiere, de pelear por Ella o de tirarle el sombrero.
Y aquí os quiero
hacer una reflexión, huir siempre de esta forma impulsiva de expresar las
emociones ante las imágenes o en otra cualquier causa, pensar dos veces y
tranquilamente el modo de actuar.
Sigo el relato, aunque todo el barrio afeaba su acción,
hubo voces que se alzaron en su favor, diciendo que era un buen muchacho, que
cuidaba de su madre que se encontraba enferma, y que moriría al tener a su hijo
preso.
Al fin fue perdonado, pero tendría que hacer la penitencia de
salir con una pesada cruz detrás de la Virgen.
Y así todos los años sufría el martirio de cargar con la
cruz, descalzo y con los pies encadenados. Lloraban las mujeres al verlo
sufrir, cansado y fatigado, pero él gustoso con cumplir su penitencia, no
despegaba los ojos de la imagen sabiendo que Ella lo había perdonado.
LA VERDAD DE LA MANCHA EN LA MEJILLA.
Ya de mayor, pasados años de las narraciones de la abuela,
tuve conocimiento del informe técnico sobre el estado real de la Virgen, pedido
en 1977 por el Hermano Mayor Sr. González Reina[1]
al profesor Don Francisco Arquillo Torres, que en referencia a la mancha dice: “En
el perfil izquierdo de la cara una restauración antigua que seguramente, por
ser al óleo, ha torcido el color, ennegreciendo la belleza de la imagen,
acusando el levantado y perdida de la policromía de esta zona, que se
corresponde con la unión de la mascarilla”. Aquí está la mancha y su causa.
En base a dicho informe, en 1978 se realiza la restauración.
Consistiendo el tratamiento de
la mejilla en reducir el grosor y la intensidad del oscuro. Limpiada la
policromía de la mejilla izquierda, la mancha se conserva atenuada como una de
las peculiaridades de la Virgen Macarena.
Finalizada la restauración, toda Sevilla expectante se
preguntaba ¿Sería la misma? El Señor González Reina anuncia: “Las ilusiones que
teníamos se han confirmado, la Virgen es la que era, con su bello rostro…” Y
así lo comprobaron los muchos devotos y curiosos que estuvieron en el besamanos
en que fue expuesta la Virgen.
Ahora sabemos que a historia del vaso
de vino que nos contó la abuela, es tan solo una bonita leyenda, de esas
populares que corren de boca en boca y que llegan a ser creídas por muchas
gentes. La realidad, como hemos visto, suele ser más normal y menos
interesante.
En los próximos días, publicaré otras
de las historias sobre la Macarena que nos contó la abuela.