PLAZA
DE LOS TERCEROS.
Esta
plaza de los Terceros, anexa a la iglesia de Santa Catalina, más que plaza es
un espacio rectangular, una encrucijada muy antigua de caminos, que partiendo
de las puertas Macarena o Sol aquí coincidían, y aún hoy siguen confluyendo como
las calles Gerona, Bustos Tavera y Sol.
Aquí
no hay jardines, ni fuentes, ni estatuas que la decoren, pero al pasar por ella
se respira ambiente de tiempos pasados, podemos entrar en tabernas antiquísimas
como “el Rinconcillo” fundada en 1670, o en “Los Claveles” abierta desde 1842,
y también comprar en una librería de libros antiguos.
Desde
1845 se llama de los Terceros, por el cercano convento de esta orden religiosa,
con anterioridad tuvo diversos nombres: Plaza de las Tablas, de las Carnicerías,
o de las Freidurías, entre otros.
Estos
nombres eran, por los puestos de ventas
de carne llamados tablas de carnicerías, y por las freidurías que aquí se
instalaban.
En
esta plaza es obligado recordar a Cervantes, que mejor cosa que leer, lo que el
gran genio de las letras, escribió de estos lugares por los que él pasó y ahora
nosotros paseamos.
Nota.-Miguel
de Cervantes, nombrado entre 1587 a 1593 “Comisario real de abastos para
Andalucía “, residió en Sevilla ciudad que conoció muy bien, y donde sitúa
varias de sus obras, se cree incluso, que durante su encierro en la Cárcel Real
comenzó a escribir la gran obra de la literatura Don Quijote de la Mancha.
El inmortal Cervantes, admirable
pintor de las costumbres de la vida cotidiana sevillana, nos cuenta en su
entremés “Los Mirones” un gracioso y ameno suceso entre unas regatonas o
placeras.
Los
Mirones son unos estudiantes, que se distribuyen por las calles de la ciudad, a
observar sucesos interesantes, para más tarde reunirse y contarlos entre ellos.
Os cuento dice uno de los mirones, lo
sucedido en la plaza de las Freidoras
del barrio de Santa Catalina, un caso tan gracioso que aún me estoy riendo.
Nota.-Existía la costumbre en la
gente llana del pueblo, supersticiosa y muy religiosa, dar limosnas a los
ciegos a cambio de que le rezase la Pasión de Jesucristo, u otros temas
religiosos, también le pedían que recitasen
romances de leyendas o historias.
“Resulta que una vendedora de verduras, de
las que tienen puesto en esta plaza, llamó a un ciego y poniéndole un cuarto en
la mano le pidió que le rezase la Pasión, llegado el ciego a “Pilatos saca al
Omnipotente” la buena vendedora lloraba como una criatura de pura compasión.
Una “freidora” que tenía el puesto al lado, al escuchar el
llanto la llamó hipócrita, aquella saltó del puesto como una leona, y
poniéndose delante della díjole a gritos de una a cien mil desvergüenzas.
Quísole la “freidora” responder, y la
vendedora no la dejó hablar, sino que volviéndose las ancas, arremangose las
faldas y díjole varias veces ¡ habla con este bellaca!.
Esta
que tenía puesta al fuego una sartén llena de aceite para freír unos albures,
cogiola con las manos, y respondiole:
”Sí
borracha con ese hablaré” y al mismo tiempo envasóle en aquella coraza del gran
turco[1],
cuanto aceite tenía en la sartén.
La
vendedora, dando cien mil alaridos, no halló charco de agua ni de lodo donde no
se revolcase, buscando un refrigerio contra el ardor de las nalgas en que se
estaba abrasando.
La
“freidora” se retrajo luego al momento a la Iglesia de Santa Catalina, por
miedo a la justicia; y a la otra, que estaba ya como muerta, la llevaron en
brazos al Hospital del Cardenal, donde tendrá bien que curar por hartos días.
La
risa y chacota de la gente fue infinitas, en medio desta desgracia algunos
estuvieron muy cerca de ahogarse de la risa”.
Aquí termino mi paseo, la iglesia de los Tercero parte de lo
que queda del antiguo convento situada en la cercana calle Sol, tiene una
portada-retablo de estilo barroco muy interesante, la visita la dejo para otro
dia.
[1] Curiosas expresiones del lenguaje de Cervantes cuando
al culo además de llamar nalgas, ancas, le llama coraza del gran turco.
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