LA
RESOLANA DE LA MACARENA.
En
las entradas escritas sobre el barrio de la Macarena, mi
imaginación se impone a la voluntad y se retrotrae a muchos años atrás.
Especialmente esto me sucede al pasar
por la Resolana, si ustedes lo supieran, me dirían ¡claro, sí has nacido en
esta calle!, efectivamente no solo he nacido, también viví la juventud en ella.
Claro que la calle actual, no es la de
mis tiempos, ahora el intenso tráfico la agobia durante todo el día, no hay
niños jugando, ni vecinas charlando o tomando el sol, y falta la alegría de la
gente en las puertas de las casas.
LA
RESOLANA CON LA TORRE DE LOS PERDIGONES AL FONDO.
La Resolana o Resolana de la Macarena,
se conoce con este nombre desde al menos 1665. El caserío en su mayoría, hasta
los años 70 del pasado siglo que fueron derribados, eran casas y corrales de
vecinos,
Aquellos
años jugábamos en la calle a todo tipo de juegos, a las bolas, a piola, al
trompo, a la billarda, a cruce crucero, sin miedo a que te pillara un coche,
sencillamente porque no los había.
Recuerdo
que uno de los juegos era adivinar la marca del coche que venía a lo lejos
desde la Barqueta, cada uno decía una marca: ¡es peuyo! ¡no es fia; ¡que va, es
citroen! y aquí acababa nuestro conocimiento de marcas, pero seguro que el
coche era de una de ellas.
El
único cuidado era con el tranvía, pero con este no había problemas, su ruido
nos avisaba para quitarnos de en medio.
PERSONAJES
POPULARES. Una de las cosas que más nos gustaba, aparte de los juegos, era seguir a los
pintorescos personajes, que entraban y salían de las casas, ofreciendo con un
pregón su mercancía u oficio.
Entre
ellos recuerdo al “paragüero”, que
ofrecía con su pregón, el arreglo de
paraguas y sombrillas, ¡Compongo varillas rotas, y remiendo las telas rotas!
El
“latero” era el que más admiración nos producía, entraba en los patios boceando:
¡Se arreglan ollas de porcelana! ¡Se echan culos nuevos!
A su
reclamo, acuden las vecinas con ollas agujereadas para que sean reparadas. Y
aquí los chiquillos sentados a su alrededor, observan atónitos el milagro de su
oficio, consistente en tapar el agujero con estaño previamente derretido por el
soldador calentado al fuego.
Otro que nos gustaba ver
trabajar era “el sillero” que era muy solicitado, ya que
la mayoría de las sillas que se utilizaban tenían los asientos de enea, parecía
magia que con unas largas tiras de este material, dejaran nuevos los asientos
rotos o hundidos.
“El ditero” entraba en los patios y
ponía su gran canasto de mimbre en el suelo. Aunque nos gustaba ver lo que
traía, eran la gran mayoría de mujeres las que se le acercaban, a ellas
les ofrecía variedad de artículos para el hogar, ropas y telas
para vestir, incluso dinero en efectivo. Se le pagaba poco a poco o sea a dita.
Y era la forma más habitual para
comprar, no había como ahora ni tarjetas ni grandes almacenes.
Uno de los que tenían el pregón más
bonito era “el macetero”, que llegaba cantando
con su borrico cargado con flores y macetas.
¡Traigo macetas con
flores,
y claveles, mis
claveles,
que a canela y
clavo huelen!
¡Como huelen! ¡Como
huelen!
mis claveles.
En el verano al atardecer, llegaban
los “vendedores de moñas de jazmines”, estas consistían en unos cuantos
jazmines ensartados en una horquilla del pelo, con su dulce olor llenaban las
calles de un agradable aroma.
¡Moñas de jazmines
niñas!
¡Qué bien huelen
mis jazmines!
Sin discusión, el que más nos agradaba
era “el barquillero” llegaba con su reolina, pregonando: ¡El barquillero! ¡Traigo
ricos barquillos de canela! ¡ Al rico barquillo! Nos acercábamos con las perras
chicas a dar vueltas en la reolina y se ganaba el número de barquillos que esta
marcaba.
EL
BAUTIZO. El acontecimiento más importante, por las perras que nos podía
aportar, era cuando se celebraba el bautizo de un recién nacido.
La comitiva salía de la casa o corral con
todos los vecinos, a la cabeza el padrino y la madrina, esta con la criatura en
brazos, el cortejo era seguido por una multitud de chiquillos, preparados para
aclamar al padrino.
La madre, que no era costumbre que
acudiera a la iglesia, se quedaba en la casa acompañada de las personas
mayores.
En el templo se colocan todos
alrededor de la pila bautismal, el sacerdote acompañado por los monaguillos
procede al bautismo del recién nacido, que recibe el agua en su pequeña cabecita
y un grano de sal en la boca, al tiempo que el sacerdote le da el nombre que
previamente le han comunicado los padrinos.
El pequeño grano de sal ha hecho que
sonría, lo que toman los asistentes como símbolo de buena suerte. Es
superstición popular que si llora con la sal es mal augurio, si sonríe es
símbolo de futuras venturas. Este rito de dar sal al niño fue suprimido por la Iglesia en 1969.
A la salida de la iglesia, terminada
la ceremonia, grupos de chiquillos le cantan al padrino:
¡Padrino,
pelón!
¡No
lo gastes en vino,
gástalo
en galletas
pá
los niños de teta!
¡Padrino
rumboso
echa
un pelón!.
Y
el padrino rumboso, arrojaba un “pelón”, o sea el puñado de monedas de perras
chicas que le cabía en la mano. Y así varias veces, durante el camino de vuelta
a la casa. A cada “pelón” los chavales se tiraban por los suelos en busca de
algunas de las monedas.
Las perras chicas, que cogíamos en los
“pelones” y las perras gordas, eran unas monedas en bronce de cinco y diez
céntimos, que en una de sus caras tenían un león, popularmente confundido con
un perro, de aquí el nombre de perras chicas y gordas.
Oficialmente estas monedas emitidas en
1870 fueron retiradas en 1941, y
sustituidas por otras de aluminio de cinco y diez céntimos con el león
sustituido por un lancero a caballo, y por extensión también conocidas como
perras chicas y gordas. En 1959 ambas de cobre y aluminio fueron retiradas.
Nota.- La
costumbre del pelón de monedas en los bautizos, así como la mayoría de los
oficios que se mencionan han desaparecido, otros como los panaderos de Alcalá
dejaron de traer el pan a Sevilla. El Pali, trovador de Sevilla, en un canto
nostálgico nos lo recuerda:
“Mare, ya no viene
el tren a las claritas del día,
que trae a los panaderos de
Alcalá de Guadaira.
En estos otros versos se preguntaba:
¿Donde están los afiladores
y el tio de la arropía.?
¿Y el hombre que pregonaba
los melones de la isla.?
Para
finalizar y de vuelta a los tiempos actuales, aún podemos ver en la Resolana
dos antiguos edificios, uno de ellos que se construyó a mayor altura del nivel
de la calle para evitar las inundaciones por las riadas, son “los Altos
Colegios de la Macarena”, el colegio público en activo, más antiguo de Sevilla,
en él se imparten clases desde su inauguración en 1894.
El otro es la Torre de los Perdigones, levantada en 1885, formando
parte de la Fundición San Francisco de Paula, Plomos Figueroa. Desaparecida la
fábrica, la torre se halla rodeada de jardines, y con sus cuarenta y cinco
metros de altura, sirve de mirador y cámara oscura, con magnificas vistas
panorámicas de la ciudad.
Si tenéis ocasión no dejéis de subir a esta Torre, os
asombrareis viendo Sevilla desde las alturas.
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