lunes, 30 de diciembre de 2013

LA RESOLANA DE LA MACARENA.

LA RESOLANA DE LA MACARENA.

        En las entradas escritas sobre el barrio de la Macarena, mi imaginación se impone a la voluntad y se retrotrae a muchos años atrás.
          Especialmente esto me sucede al pasar por la Resolana, si ustedes lo supieran, me dirían ¡claro, sí has nacido en esta calle!, efectivamente no solo he nacido, también viví la juventud en ella.
          Claro que la calle actual, no es la de mis tiempos, ahora el intenso tráfico la agobia durante todo el día, no hay niños jugando, ni vecinas charlando o tomando el sol, y falta la alegría de la gente en las puertas de las casas.

LA RESOLANA CON LA TORRE DE LOS PERDIGONES AL FONDO.
         
       La Resolana o Resolana de la Macarena, se conoce con este nombre desde al menos 1665. El caserío en su mayoría, hasta los años 70 del pasado siglo que fueron derribados, eran casas y corrales de vecinos,
Aquellos años jugábamos en la calle a todo tipo de juegos, a las bolas, a piola, al trompo, a la billarda, a cruce crucero, sin miedo a que te pillara un coche, sencillamente porque no los había.
Recuerdo que uno de los juegos era adivinar la marca del coche que venía a lo lejos desde la Barqueta, cada uno decía una marca: ¡es peuyo! ¡no es fia; ¡que va, es citroen! y aquí acababa nuestro conocimiento de marcas, pero seguro que el coche era de una de ellas.
El único cuidado era con el tranvía, pero con este no había problemas, su ruido nos avisaba para quitarnos de en medio.

PERSONAJES POPULARES. Una de las cosas que más nos gustaba,  aparte de los juegos, era seguir a los pintorescos personajes, que entraban y salían de las casas, ofreciendo con un pregón su mercancía u oficio.
Entre ellos recuerdo al “paragüero”, que ofrecía con su pregón,  el arreglo de paraguas y sombrillas, ¡Compongo varillas rotas, y remiendo las telas rotas!

El “latero” era el que más admiración nos producía, entraba en los patios boceando: ¡Se arreglan ollas de porcelana! ¡Se echan culos nuevos! 
A su reclamo, acuden las vecinas con ollas agujereadas para que sean reparadas. Y aquí los chiquillos sentados a su alrededor, observan atónitos el milagro de su oficio, consistente en tapar el agujero con estaño previamente derretido por el soldador calentado al fuego.
       
        Otro que nos gustaba ver trabajar  era  “el sillero” que era muy solicitado, ya que la mayoría de las sillas que se utilizaban tenían los asientos de enea, parecía magia que con unas largas tiras de este material, dejaran nuevos los asientos rotos o hundidos. 
         
          “El ditero” entraba en los patios y ponía su gran canasto de mimbre en el suelo. Aunque nos gustaba ver lo que traía, eran la gran mayoría de mujeres las que se le acercaban, a ellas les  ofrecía variedad  de artículos para el hogar, ropas y telas para vestir, incluso dinero en efectivo. Se le pagaba poco a poco o  sea a dita.       Y era la forma más habitual para comprar, no había como ahora ni tarjetas ni grandes almacenes.

        Uno de los que tenían el pregón más bonito era “el macetero”, que   llegaba cantando con su borrico cargado con flores y macetas.
¡Traigo macetas con flores,
y claveles, mis claveles,
que a canela y clavo huelen!
¡Como huelen! ¡Como huelen!
mis claveles.

        En el verano al atardecer, llegaban los “vendedores de moñas de jazmines”, estas consistían en unos cuantos jazmines ensartados en una horquilla del pelo, con su dulce olor llenaban las calles de un agradable aroma.
¡Moñas de jazmines niñas!
¡Qué bien huelen mis jazmines!

          Sin discusión, el que más nos agradaba era “el barquillero” llegaba con su reolina, pregonando: ¡El barquillero! ¡Traigo ricos barquillos de canela! ¡ Al rico barquillo! Nos acercábamos con las perras chicas a dar vueltas en la reolina y se ganaba el número de barquillos que esta marcaba.

EL BAUTIZO. El acontecimiento más importante, por las perras que nos podía aportar, era cuando se celebraba el bautizo de un recién nacido.
 La comitiva salía de la casa o corral con todos los vecinos, a la cabeza el padrino y la madrina, esta con la criatura en brazos, el cortejo era seguido por una multitud de chiquillos, preparados para aclamar al padrino.
La madre, que no era costumbre que acudiera a la iglesia, se quedaba en la casa acompañada de las personas mayores.      
En el templo se colocan todos alrededor de la pila bautismal, el sacerdote acompañado por los monaguillos procede al bautismo del recién nacido, que recibe el agua en su pequeña cabecita y un grano de sal en la boca, al tiempo que el sacerdote le da el nombre que previamente le han comunicado los padrinos.
El pequeño grano de sal ha hecho que sonría, lo que toman los asistentes como símbolo de buena suerte. Es superstición popular que si llora con la sal es mal augurio, si sonríe es símbolo de futuras venturas. Este rito de dar sal al niño fue suprimido por la Iglesia en 1969.
A la salida de la iglesia, terminada la ceremonia, grupos de chiquillos le cantan al padrino:
¡Padrino, pelón!
¡No lo gastes en vino,
gástalo en galletas
pá los niños de teta!
¡Padrino rumboso
echa un pelón!.
Y el padrino rumboso, arrojaba un “pelón”, o sea el puñado de monedas de perras chicas que le cabía en la mano. Y así varias veces, durante el camino de vuelta a la casa. A cada “pelón” los chavales se tiraban por los suelos en busca de algunas de las monedas.
Las perras chicas, que cogíamos en los “pelones” y las perras gordas, eran unas monedas en bronce de cinco y diez céntimos, que en una de sus caras tenían un león, popularmente confundido con un perro, de aquí el nombre de perras chicas y gordas.
          Oficialmente estas monedas emitidas en 1870 fueron  retiradas en 1941, y sustituidas por otras de aluminio de cinco y diez céntimos con el león sustituido por un lancero a caballo, y por extensión también conocidas como perras chicas y gordas. En 1959 ambas de cobre y aluminio fueron  retiradas.

Nota.- La costumbre del pelón de monedas en los bautizos, así como la mayoría de los oficios que se mencionan han desaparecido, otros como los panaderos de Alcalá dejaron de traer el pan a Sevilla. El Pali, trovador de Sevilla, en un canto nostálgico nos lo recuerda:
“Mare, ya no viene
el tren a las claritas del día,
que trae a los panaderos de
Alcalá de Guadaira.
           
            En estos otros versos se preguntaba:
¿Donde están los afiladores
y el tio de la arropía.?
¿Y el hombre que pregonaba
los melones de la isla.?

            Para finalizar y de vuelta a los tiempos actuales, aún podemos ver en la Resolana dos antiguos edificios, uno de ellos que se construyó a mayor altura del nivel de la calle para evitar las inundaciones por las riadas, son “los Altos Colegios de la Macarena”, el colegio público en activo, más antiguo de Sevilla, en él se imparten clases desde su inauguración en 1894.
          El otro es la Torre de los Perdigones, levantada en 1885, formando parte de la Fundición San Francisco de Paula, Plomos Figueroa. Desaparecida la fábrica, la torre se halla rodeada de jardines, y con sus cuarenta y cinco metros de altura, sirve de mirador y cámara oscura, con magnificas vistas panorámicas de la ciudad.
         
          Si tenéis ocasión no dejéis de subir a esta Torre, os asombrareis viendo Sevilla desde las alturas.




      




         



       
         

       
       



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