LA
CALLE SANTA MARÍA LA BLANCA
Y
SU ENTORNO.
LA
CALLE SANTA MARIA LA BLANCA.
Hace unos días recordaba a la desaparecida Puerta de la Carne hoy
voy a pasear por las calles de su entorno.
Dejamos
atrás la calle Cano y Cueto, donde hemos contemplado el rehabilitado
palacio de Buenavista y
admirado el retablo
cerámico que
representa al Rey
Fernando III el Santo.
Esta
cerámica
nos recuerda aquella antigua
leyenda que dice, que el monarca la
noche anterior a su entrada triunfal
en la conquistada ciudad
durmió en esta casa.
Con
la mente en la mencionada
leyenda, entramos en
la calle Santa María la Blanca, vía
que divide a la antigua judería en dos barrios plenamente
diferenciados, el famoso y legendario Barrio de Santa Cruz, y
el de San Bartolomé
barrio solitario y más
tranquilo.
El
paseo nos lleva hasta una barreduela
estrecha y sin
salida de nombre Canarios,
de
la que
nos dice el historiador Luis de Peraza en su libro Historia de
Sevilla escrito
en el siglo XVI, que
cuando se ganaron las Islas Canarias y fueron traídos
de ellas muchos canarios a Sevilla, les fue mandado que posasen
allí.
Enfrente
en la otra acera, se
encuentra la calle Doncellas
llamada
antiguamente Mangagaban por su irregular trazado y
que desemboca en la calle Cruces.
Seguimos
adelante hasta
una calle frontera con la iglesia de Santa Maria la Blanca rotulada
con el curioso nombre de Archeros.
Archeros
era un cuerpo militar de élite, que en
1526 con
motivo de la
boda
del
Emperador Carlos
V con
su prima hermana Doña Isabel de Portugal vino
escoltando
al monarca.
Esta
fuerza militar que
entre sus armas utilizaban
una larga cuchilla sujeta al extremo de un asta llamada
archa (de
aquí el nombre de Archeros)
se
cree que se acuarteló
en esta calle.
Los
regios
esponsales
del Emperador, en cuyos dominios no se ponía el sol, convirtió a
Sevilla en la ciudad más importante
del mundo conocido.
Los
cónyuges que se casaron por poderes en un matrimonio concertado, llegaron a
nuestra ciudad por separado y
sin conocerse,
y aquí en
la encantadora Sevilla nada
más verse, salto la chispa de un
amor
que
duraría para
siempre.
No
fueron muchos los años que duró este matrimonio, a
los
13 años de casada
y
con
tan solo 36
de
edad Doña
Isabel fallece
de parto prematuro, el
monarca
desconsolado
por la pérdida de
su amada esposa, nunca
volvió casarse.
Seguimos
paseando dejando atrás la iglesia de Santa María la Blanca, templo
que visitaremos otro día, y me encuentro ante el encantador
hotel
Las
Casas de la Judería, cuyo
interior está formado por 27 casas del antiguo barrio judío
conectadas unas a otras por galerías y pasillos.
Anexo
a este hotel se encuentra la barreduela denominada Dos Hermanas, que
tomó este nombre, según
nos dice Don Santiago Montoto en su libro “Las calles de Sevilla”,
porque en algunas de sus casas habitó el Marqués de dicho titulo.
A
continuación se
halla el Palacio de Altamira, rehabilitado a finales del siglo pasado
y en la actualidad sede de la Consejería de la Junta de Andalucía,
y catalogado como Monumento Bien de Interés Cultural.
De
este palacio poco vamos a escribir, de sus bellezas podéis disfrutar
ustedes mismos, ya que hay visitas guiadas gratuitas que se hacen
conjuntamente con el Palacio de Mañara.
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