sábado, 22 de abril de 2017

LAS SEPULTURAS DE DON PEDRO ENRIQUEZ Y DOÑA CATALINA DE RIBERA.


LAS SEPULTURAS DE DON PEDRO

ENRIQUEZ Y DE DOÑA CATALINA DE RIBERA

EN LA CARTUJA DE SEVILLA.

       Al fondo de la Sala Capitular, donde en días anteriores he estado visitando las tumbas de varias generaciones de Riberas, se hallan los magníficos monumentos fúnebres de Don Pedro Enríquez de Quiñones y de su esposa Doña Catalina de Ribera.



MONUMENTO FÚNEBRE DE DON PEDRO ENRIQUEZ.



DETALLE SEPULTURA DE DON PEDRO.





MONUMENTO FÚNEBRE DE DOÑA CATALINA DE RIBERA.



DETALLE SEPULTURA DE DOÑA CATALINA.

         

          Me encuentro ante dos maravillas del arte plateresco, encargadas en Génova sobre 1525 por Don Fadrique Enríquez de Ribera, para honrar la memoria de sus padres.

          No hace falta entender mucho de arte para quedar maravillado ante estas sepulturas, que si estuvieran en un museo habría que guardar cola para verlas.

          Se componen de unos arcos triunfales sostenidos por columnas y rodeados de una profusa decoración de santos, ángeles, relieves con escenas del calvario, y figuras alegóricas como sirenas aladas, portadoras según la mitología de las almas el Paraíso[i].

          Don Pedro Enríquez viste con armadura y sosteniendo la espada, su esposa descansa portando un libro entre las manos, bajo los sarcófagos unas lápidas nos dan detalles sobre sus vidas y en el zócalo resaltan sus escudos nobiliarios.

           Con estas dos sepulturas,  se completa la visita a las tumbas de esta familia.

          Doña Catalina de Ribera, muy querida en Sevilla, dedicó su vida a realizar grandes obras de caridad, entre las que tenemos que destacar la fundación del Hospital de la Sangre, actual sede del Parlamento de Andalucía.

          La ciudad la recuerda dedicándole unos jardines, y en ellos sobre el muro, una monumental fuente con su retrato en azulejos.

          Los enterramientos en el Monasterio de la Cartuja de la estirpe Ribera, por el privilegio concedido a Per Afán de Ribera “el viejo” en 1411,  finalizan en 1625 a consecuencia de un enlace matrimonial.

               Ese año Ana María Luisa Enríquez de Ribera V duquesa de Alcalá, casa con Antonio Juan Luis de la Cerda VII Duque de Medinaceli, a partir de dicha fecha los Enríquez Ribera se integran en la poderosa Casa Medinaceli, se unifica el patrimonio  y sus miembros, ya vinculados a la mencionada Casa dejan de enterrarse en la Cartuja.

          Como es el caso del padre de Ana María Luisa, Don Pedro Girón de Ribera, cuyos progenitores se habían enterrados en la Cartuja, fallece en 1633 siendo sepultado en la Iglesia Colegial de Santa María en Medinaceli (Soria).         

          Estas sepulturas, así como la Casa de Pilatos, pertenecen a la Casa de Medinaceli, cuya fundación creada en 1980 tiene la finalidad de conservar, estudiar y difundir, su patrimonio artístico y cultural.

          No quiero terminar mi visita al Monasterio de la Cartuja, sin recordar las vinculaciones que con este cenobio tuvo Cristóbal Colon, y así lo haré en mi próximo escrito.




[i]  UNA TALLADA DESCRIPCION DE ESTOS SEPULCROS SE ENCUENTRA EN EL LIBRO DE VICENTE LLEÓ CAÑAL: NUEVA ROMA MITOLOGÍA Y HUMANISMO EN EL RENACIMIENTO SEVILLANO. ABC BIBLIOTECA HISPALENSE.

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