GLORIETA DE BECQUER.
Si me preguntáis, cual es mi lugar favorito del Parque de
María Luisa, os contestaré sin ninguna vacilación, que mi rincón preferido es
la Glorieta de Gustavo Adolfo Bécquer, situada en la avenida que lleva su
nombre, y a pocos metros de la entrada al parque desde la Glorieta de San Diego.
Con frecuencia vengo en verano, a sentarme a la sombra del
centenario ciprés de los pantanos, que ocupa el centro de la glorieta, o en
invierno a calentarme con los rayos de sol que se filtran entre sus ramas.
En cualquier época la visita es una delicia, hasta hace
unos años, en un estante se encontraban los libros de las Rimas y Leyendas,
para que el viandante curioso pudiera leerlas, hoy hay que llevarse el libro.
Solamente sentarse a contemplar el monumento de más belleza
de todo el Parque, es gratificante.
El busto del insigne poeta, cubierto en los pliegues de la
capa española, su nombre dentro de una corona de laurel, y las fechas de 1836-1870, sobre el pedestal,
nos recuerda que murió muy joven, la tuberculosis con tan solo 34 años, le
envió a la tumba.
El conjunto de figuras representan diversos estadios del
amor, inspirados en los versos de las
“Rimas”.
Oigo
flotando en olas de armonías
rumor
de besos y batir de alas;
mis
párpados se cierran…¿Qué sucede?
¿Dime…?
¡Silencio! ¡Es el amor que pasa!
Caído sobre los escalones que circunda el vetusto árbol, la
escultura alegórica del amor que muere, representada en bronce por un Cupido
herido, simbolizando el amor que se pierde.
Otro Cupido en bronce, este más joven y de pie, lanza con
su arco flechas de amor, es el amor que hiere y por tanto llega o nace. (Hace
años que robaron el arco, y desde entonces no tira flechas).
Cierra el conjunto, realizadas en una solo pieza de mármol
blanco, tres damas sentadas sobre la escalinata, cada una de ellas en posturas
diferentes simboliza una fase del amor.
La joven con la cabeza levantada, y las manos juntas al
lado de su sonriente cara, representa al “amor ilusionado”; al centro con el
rostro mirando hacia arriba y las manos en el pecho, el “amor poseído”; la otra
joven dirige la mirada hacia abajo
y los brazos en el regazo,
presenta una aptitud abatida, reflejo del “amor perdido”.
Bécquer nacido en Sevilla y fallecido en Madrid, muy
conocido por sus Rimas y Leyendas, fue un gran poeta, literato y periodista con
multitud de textos diversos, desde artículos de costumbres a crónicas parlamentarias,
en honor al gran escritor que fue en vida, se encuentra enterrado en el Panteón
de Sevillanos Ilustres[1].
Sevillanos
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