jueves, 28 de noviembre de 2013

PERDONE POR DIOS, HERMANO.


PERDONE POR DIOS. HERMANO.

        En los paseos diarios, siempre se encuentran personas que se acercan, suplicando una limosna o ayuda.      
          Indiferente y sin detenerse, ajeno al drama que podría haber en esa súplica, se suele contestar: “Lo siento, no tengo nada”.
          Hace uno dias, me vino a la memoria, un artículo de costumbre escrito por Gustavo Adolfo Bécquer, que cuando lo leí me impresiono bastante.
          Se titula “Mi conciencia y yo”[1], donde en un caso parecido, le piden: “una limosna por la Virgen”, contestando entre dientes y prosiguiendo su camino: “Perdone por Dios, hermano”. Le pedían por la Virgen y él lo negaba por Dios.
          Continúa la narración: Más tarde, estando en el café divirtiéndose con los amigos, tiene una aparición, la propia conciencia, en forma de mujer fantasmal, que soltando una carcajada estrepitosa, repetía una y otra vez ¡Hermano! ¡Hermano! ¿Y sabes tú, lo que significa esa palabra? Si lo ignoras ¿Por qué la repites? Y si lo sabes ¿Por qué, la profanas?. ¡Hermano! ¿Que lazo puede unirte al que ves con indiferencia perecer de hambre? ¡Oh no seas hipócrita! ¿No ves, que esa palabra es una cruel ironía?. Dile a ese mendigo, menos hermano, cualquier cosa que exprese que entre tú y él no existe afinidad alguna.
          Del artículo de Bécquer tan solo he entresacado algunos párrafos, con la sola intención de resaltar que el trato a los necesitados, es el mismo en todos los tiempos, salvo la palabra “hermano” que ahora se pronuncia menos, quizás porque nuestra propia conciencia impide que falsamente se la nombre.




[1] ESTE INTERESANTE ARTICULO ESCRITO EN 1855 SE PUEDE LEER EN CRONICAS Y CUADROS COSTUMBRISTAS
 DEN TRO DE SUS OBRAS COMPLETAS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario