PERDONE
POR DIOS. HERMANO.
En los paseos diarios, siempre se encuentran
personas que se acercan, suplicando una limosna o ayuda.
Indiferente y sin detenerse, ajeno al drama que podría
haber en esa súplica, se suele contestar: “Lo siento, no tengo nada”.
Hace uno dias, me vino a la memoria, un artículo de
costumbre escrito por Gustavo Adolfo Bécquer, que cuando lo leí me impresiono
bastante.
Se titula “Mi conciencia y yo”[1],
donde en un caso parecido, le piden: “una limosna por la Virgen”, contestando
entre dientes y prosiguiendo su camino: “Perdone por Dios, hermano”. Le pedían
por la Virgen y él lo negaba por Dios.
Continúa la narración: Más tarde, estando en el café
divirtiéndose con los amigos, tiene una aparición, la propia conciencia, en
forma de mujer fantasmal, que soltando una carcajada estrepitosa, repetía una y
otra vez ¡Hermano! ¡Hermano! ¿Y sabes tú, lo que significa esa palabra? Si lo
ignoras ¿Por qué la repites? Y si lo sabes ¿Por qué, la profanas?. ¡Hermano!
¿Que lazo puede unirte al que ves con indiferencia perecer de hambre? ¡Oh no
seas hipócrita! ¿No ves, que esa palabra es una cruel ironía?. Dile a ese
mendigo, menos hermano, cualquier cosa que exprese que entre tú y él no existe
afinidad alguna.
Del artículo de Bécquer tan solo he entresacado algunos
párrafos, con la sola intención de resaltar que el trato a los necesitados, es
el mismo en todos los tiempos, salvo la palabra “hermano” que ahora se
pronuncia menos, quizás porque nuestra propia conciencia impide que falsamente
se la nombre.
[1] ESTE
INTERESANTE ARTICULO ESCRITO EN 1855 SE PUEDE LEER EN CRONICAS Y CUADROS
COSTUMBRISTAS
DEN TRO DE SUS OBRAS COMPLETAS.
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